1 de enero de 2011

El valor del juego en la inteligencia emocional

Jugar es hacer algo por la satisfacción de hacerlo. Los juegos no pueden definirse como lo opuesto al trabajo, pues podemos vivir también un placer lúdico mientras realizamos una tarea útil o remunerada. Realmente, el juego no algo definible de forma externa, por el contrario, es una disposición interna que implica sentir lo que haces como:
1.     Placentero (disfrutas).
2.     Satisfactorio de por sí (carece de finalidad extrínseca).
3.     Absorbente (te concentra totalmente).
 

POR QUÉ NOS GUSTA EL JUEGO

Nuestra experiencia se sitúa en un continuo que va entre dos polos: el vacío de estímulos, uniforme y aburrido, y el abarrotado de estímulos, caótico y causante de ansiedad. Y es en la zona media de este continuo donde las personas nos sentimos más cómodas, más eficaces, donde se desarrolla el juego.
El juego se salta el control mental ordinario. En él, las consecuencias no tendrán repercusión real y, por este motivo, es un espacio de placer y seguridad, donde es posible experimentar con las emociones auténticas y aprender.
Todas las personas creativas conocen la sensación de que algo se hace por sí solo (el pincel se desplaza mágicamente, la canción sale por sí misma, etc.). Los niños viven de cerca esta sensación de expectación y recepción en la que se crea, paradójicamente, la realidad más propia. Los chinos poseen la palabra TZU JAN para denotar este concepto de las cosas y el mundo como algo que sucede en sí mismo y por naturaleza. Es un concepto feliz y creativo, intrínseco a la actitud de juego.
El juego, además de vivirse como algo útil y gozoso en sí mismo, nos sirve para desarrollar nuestra Inteligencia Emocional en tres sentidos:
1.                     Te mantiene en contacto con tu físico. Como todos los animales, tenemos la necesidad de jugar.
2.                     Te proporciona una situación segura para ensayar tus emociones. El juego es una franja de entrenamiento para cualquier área de nuestra vida. Cuando somos pequeños, jugamos para poder aprender el difícil arte de vivir: cómo llevar a cabo el rol de adulto, cómo enfrentarse a situaciones atemorizantes, etc. Es, necesariamente, en un marco de juego donde aprendemos nuestras futuras actitudes adultas. Como adultos, el juego nos ofrece la oportunidad de continuar ensayando actitudes y analizando sus consecuencias sin riesgo real.
3.                     Te aleja de las emociones negativas con las que vives. El juego nos aparta de las preocupaciones conscientes. Al jugar redefinimos qué partes de la realidad son importantes para nosotros. Esto es debido a la parte absorbente del juego. (Es imposible estar intentando devolver una volea y estar a la vez preocupándote por tus cifras de ventas). Nos permite dejar de tomarnos demasiado en serio a nosotros mismos tan a la tremenda, tan en serio, durante un rato.


 

30 de diciembre de 2010

Inteligencia Emocional en la educación





El sistema educativo, una de las instituciones sociales por excelencia, se encuentra inmerso en un proceso de cambios enmarcados en el conjunto de transformaciones sociales propiciadas por la innovación tecnológica y, sobre todo, por el desarrollo de las tecnologías de la información y de la comunicación, por los grandes cambios que se producen en las relaciones sociales, y por una nueva concepción de las relaciones tecnología-sociedad que determinan las relaciones tecnología-educación.

 
Cada época ha tenido sus propias instituciones educativas, adaptando los procesos educativos a las circunstancias. En la actualidad, esta adaptación supone cambios en los modelos educativos, cambios en los usuarios de la formación y cambios en los escenarios donde ocurre el aprendizaje.
 
Aunque el énfasis de los cambios educativos, lógicamente, está puesto en el impacto que la tecnología está produciendo en nuestras vidas, una corriente paralela y complementaria de la anterior rescata la importancia y la urgencia de la educación de las emociones y los sentimientos.
 
La experiencia muestra que para facilitar el aprendizaje y la creatividad, es fundamental el desarrollo de la tanto de la vida intelectual como de la emocional, porque no es suficiente contar con las máquinas más modernas y las mejores instalaciones (aun teniendo cierta capacidad intelectual), si falta la motivación, el compromiso, y el espíritu de cooperación.
 
Cuando la educación no incluye los sentimientos, no pasa de ser una simple instrucción. La ciencia actual refuerza aún más esta convicción de tantos alumnos, padres y maestros.
En los laboratorios de psicología experimental se ha comprobado, desde hace tiempo, el efecto positivo de las emociones, incluso en aspectos de rendimiento académico, como en la consolidación de la memoria, por ejemplo.
Cuando leemos dos textos con una trama compleja, recordamos mejor aquél que tiene un alto contenido emocional. .
Por algo, en francés, se dice aprender "par coeur", de corazón, cuando se memoriza algo. Las emociones y los sentimientos son esenciales en todo aprendizaje. Lo sabíamos desde siempre, pero ahora hemos comenzado a conocer mejor sus bases biológicas.
 
La Inteligencia Emocional parte de la convicción de que la escuela debería promover situaciones que posibilitaran el desarrollo de la sensibilidad y el carácter de los alumnos, sobre la base de que en el quehacer educativo se involucra tanto el ser físico como el mental, el afectivo y el social, en un todo.

29 de diciembre de 2010

Acogida familiar

Spot para el fomento del acogemiento familiar



Emociones, sentidos y sensaciones, son los que me aportan los niños de las familias de acogida, cada abrazo, beso y sonrisa son para mí lo mejor que puedo recibir. Evitar que estén en centros, que encuentren hogares donde reciban las necesidades afectivas necesarias para cualquier niño